autor.: cejuanjo
Remitido el 20-02-09 a las 02:12:07 :: 1880 lecturas
De acuerdo con las averiguaciones de la Fiscalía parece existen indicios que relacionan a Francisco Camps con la trama corrupta vinculada al PP. Con independencia de las diversas consideraciones que al respecto se han manifestado en los distintos medios de comunicación a mi lo que me llama la atención es el objeto del ilícito atribuido al Presidente de la Generalitat Valenciana: nada menos que un soborno de 30.000 euros en guardarropía. Treinta mil euros en trajes dan para muchos trajes, incluso si son hechos a medida, por lo que recibirlos así de sopetón y en especie suscita diversas interrogantes. Vamos a referirnos a las mismas.
La primera duda a solventar es qué ha pasado con los trajes. ¿Se los ha puesto o no se los ha puesto?. Si se los ha puesto y semejante dispendio en modelitos ha pasado desapercibido a los medios de comunicación debe reprocharse la profesionalidad de tales medios. Por ejemplo en su día debió leerse algo así: “elegante, moderno y muy masculino el Presidente de la Generalitat Valenciana puso una nota de glamour en su reciente encuentro con Zapatero para tratar de la financiación autonómica” ¿Ha aparecido alguna vez en prensa titular semejante? Me parece que no. Por tanto, de subsistir el cohecho indumentario debe suponerse que recibido y probado el lote él mismo o sus asesores de imagen apercibieron de la estética lesiva. De este modo el cuerpo del delito o fue a parar al fondo del armario o encontró destino como obra pía en algún contenedor.
La segunda interrogante busca cobijo en los fundamentos de la aceptación de Camps del hecho ilícito. Si no se pone los trajes, ¿para qué poner en riesgo su carrera política e incluso el internamiento en las mazmorras? Una cosa es jugársela por algo que te gusta, por algo que te apetece,… y otra lo de los modelitos. Uno recuerda a comienzos de los noventa el affaire de Pilar Miró y los créditos presupuestarios atribuidos a idéntica finalidad indumentaria. Pero esta señora se los ponía.
La tercera cuestión nos conduciría a la consideración de un complejo perfil psicológico en el President, devenido en una suerte de Imelda Marcos autonómica. Mientras otros políticos sobornables o presuntamente sobornables caen en la tentación porque les meten bajo manga un sobre cerrado, un predio, el empleo de por vida para un cuñado tonto o una escultural vedette el punto flaco del Molt Honorable serían los esmoquins de la elegancia más impoluta, los conjuntos en tonos neutros, las combinaciones de chaqueta y pantalón en colores distintos y el uso de jerséis de cuello alto o pañuelos para sustituir la corbata o la pajarita. Y lo más jodido, lo más jodido, es que no los quiere para ponérselos – porque no se lo han visto – sino para esconderlos en el fondo del armario de su casa. O en el fondo del armario de la Cheneralitat. Pues, como se expone y razona en los párrafos anteriores, no acaban de convencerle.
En cualquier caso el asunto está en manos de caer “sub iudice” y por tanto que sean los miembros del Poder Judicial quiénes disciernan sobre tan complejo asunto. Que para eso cobran.
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