autor.: cejuanjo
Remitido el 22-10-09 a las 09:12:11 :: 1801 lecturas
Tal vez la evidencia que mejor dejó sentada el encuentro que ayer enfrentó al Milán y el Madrid es que los huecos que deja la falta de vigor los cubre la experiencia de la sabidura. Eso y además que el dinero no da la felicidad y aunque ayude bastante a veces tampoco parece notarse demasiado que ayude bastante. El partido que se vivió en el Bernabeu la noche del 21 de octubre puso de manifiesto el brioso contraste entre los límites del impulso arrollador de los galácticos y el alcance de lo que aún puede dar de sí la brillante senectud de los terrícolas.
Ante la apariencia comatosa de los primeros minutos del encuentro (tristemente ejemplificada en la crapulesca obesidad de Ronaldinho) los lasquenetes de Florentino quedaron cegados por el vértigo. La falta de sosiego les impidió encauzar el encuentro y así, como otras ocasiones ha sucedido, se lanzó ese feroz ataque en manada que tantos estragos causa al enemigo,… sobre todo cuando juega Ronaldo. O mejor dicho, sólo (y no siempre) que juega Ronaldo. Porque cuando no juega (y a veces incluso cuando juega) ese feroz ataque en manada que tantos estragos causa al enemigo acaba olvidándose del argumento y la letra de la canción es reemplazada por un insípido “la la la”. La articulación del juego cede su espacio a los delirios febriles y las huestes deshauciadas del geriátrico acaban dando por culo.
Pienso que para quienes ya peinamos canas (y menos mal que las peinamos porque otros de nuestra quinta están calvos) lo de ayer es un grato punto de referencia del que podemos y debemos valernos cuando entremos en las controversias de los términos comparativos a que tan dados son los jóvenes modernos. La clase puede mantenerse pese a las canas y cuando se trata de meterla se puede meter tantas o más veces que la moderna juventud. La pelota en la red, se entiende.
Pues nada chavales, esto es lo que hay. Un saludo.
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